Al empezar un nuevo año solemos sacar a relucir la lista de nuestros mejores propósitos con la finalidad de mejorar nuestras vidas. En este artículo de opinión, quiero compartir uno de ellos e invitaros a todos a pensar acerca de una problemática que requiere soluciones urgentes y que, en mi opinión, necesita de un esfuerzo colectivo.
Empiezo con algunos hechos:
- 54 de un total de 950 premios Nobel en todas las disciplinas son mujeres (3/213 en Física; 5/184 en Química; 12/219 en Medicina; 15/116 en Literatura; 2/85 en Ciencias Económicas; 17/134 en la categoría de la Paz).
- Entre los 28 países miembros de la Unión Europea, la media de mujeres con el título de doctoras es del 48% y entre el personal investigador actual casi se alcanza la paridad (42% de mujeres) en el gobierno y en los sectores de educación superior. Sin embargo, las investigadoras representan una proporción mucho menor de la población «económicamente activa», en comparación con los hombres (8,6‰ vs. 14,5‰) (She Figures 2018).
Ahora, centrémonos en nuestra realidad local:
- Solo el 20% de los Profesores de Investigación ICREA son mujeres (56/268); el porcentaje aumenta a un 30% cuando nos referimos a profesores de universidad con un Premio ICREA Academia (36/120).
- El Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (PRBB) y los centros que conforman el Parque están liderados mayoritariamente por hombres (6/7).
- Entre los residentes del PRBB, el 33% de los 162 Investigadores Principales son mujeres.
- En la Universidad Pompeu Fabra solo el 18% de los profesores titulares son mujeres (20/112), sin tener en cuenta el campo profesional al que se dedican.
Hemos de tener en cuenta que estamos hablando de instituciones creadas hace relativamente pocos años: la UPF en 1995, ICREA en 2001, y el PRBB en 2007.
Estos son datos reales, no opiniones ni pos-verdades; en otras palabras, mantenemos cifras anticuadas en una nueva era.
Y, sin embargo, la evidencia internacional demuestra que reducir la brecha de género puede ofrecer mejores resultados para todos. Por ejemplo, existe una buena correlación entre la igualdad de género y el nivel de competitividad económica y desarrollo humano, según el Foro Económico Mundial. ¿Por qué esto no se aplica en ciencia, cuando el progreso científico se beneficia de la diversidad de voces e ideas?
Reducir la brecha de género puede ofrecer mejores resultados para todos. ¿Por qué esto no se aplica en ciencia, cuando el progreso científico se beneficia de la diversidad de voces e ideas?
Se dedican muchos esfuerzos a alimentar el interés de jóvenes estudiantes hacia las disciplinas científicas y relacionadas con la ingeniería (STEM; Ciencias, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas) para mejorar la competitividad en el desarrollo científico-tecnológico, poniendo especial énfasis en la baja representación de las mujeres en carreras STEM. No obstante, los datos demuestran que no es una cuestión de selección de género respecto al interés por la ciencia o de un sesgo de formación o calificación ya que, en cuestión de cifras, las mujeres alcanzan más o menos las mismas posiciones post-doctorales que los hombres. Así pues, debe haber otro tipo de ‘techo de cristal’ que nada tiene que ver con la capacidad; ¿quizás está relacionado con la organización del trabajo científico?
Hay muchos cursos dirigidos a mejorar las «deficiencias» de las mujeres en el tan competitivo campo científico (el concepto «arreglar a las mujeres»): cómo ser más competitivas, cómo ganar habilidades de liderazgo, cómo incrementar el apetito hacia el riesgo, etc. Pero mi pregunta es, ¿por qué siempre queremos «arreglar» a las mujeres? Y, lo más importante, ¿por qué seguimos intentándolo si ya se ha demostrado que es ineficiente y no favorece el progreso real? Necesitamos que tanto hombres como mujeres reconozcan y aborden la brecha de género como un problema clave.
¿Somos lo suficientemente fuertes y valientes para desarrollar y potenciar otras maneras de gestionar laboratorios y otros modelos de liderazgo?
¿Queremos reajustar las normas de contratación de manera que tanto hombres como mujeres sean seleccionados y entrevistados?
¿Hay algún margen de mejora en la construcción de lugares de trabajo más justos?
¿Somos lo suficientemente fuertes y valientes para desarrollar y potenciar otras maneras de gestionar laboratorios y otros modelos de liderazgo?
Todo esto son temas que podemos pretender ignorar, o simplemente postergar, pero, al fin y al cabo, son ineludibles. Creo que ahora es el momento de abordar estos temas en profundidad, tanto a título individual como a nivel institucional. Mi pregunta es: ¿a qué estamos esperando?
Si queremos tener un impacto global, necesitamos empezar actuando localmente. ¿Qué mejor propósito para el 2020 que colaborar en crear una sociedad científica basada en la igualdad y la equidad? Todos necesitamos afrontar la problemática de la desigualdad de género y evitar que esto se convierta en un problema mayor. Lo necesitamos porque estamos perdiendo el 50% del talento y la capacidad que existe en nuestra sociedad. ¡Y no podemos permitírnoslo!
Mi deseo para el 2020 es que empecemos a recorrer el camino que nos llevará a la igualdad de género, con determinación. Sin retórica ni declaraciones; tomemos medidas reales que marquen la diferencia.