El divulgador e investigador del Instituto de Biología Evolutiva (IBE-CSIC Pompeu Fabra), Carlos Lalueza-Fox, ha sido recientemente elegido por unanimidad director del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona.
El científico de primera línea internacional presenta una sólida trayectoria tanto en investigación como en divulgación. Es especialista en técnicas de recuperación de ADN antiguo, en reconstrucción de migraciones pasadas de las poblaciones humanas y en genética evolutiva. También tiene un gran interés en la divulgación, y ha escrito libros que hablan de temas tan variados como la desextinción de especies, la genética de las monarquías europeas o la historia de las desigualdades a través de la genómica, el foco de su último libro.
Por toda esta actividad científica y divulgadora ha sido ampliamente reconocido con el Premio Ciudad de Barcelona de Investigación Científica (2008) y la Medalla Narcís Monturiol al mérito científico de la Generalidad de Cataluña (2018), así como el Premio Prismas al mejor libro de divulgación científica publicado en España (2019), entre otros.
Carles Lalueza-Fox viene cargado de nuevas ideas y proyectos muy interesantes para extender la visibilidad del museo a nivel mundial, y relacionar su propio interés divulgativo con el enfoque del museo.
Hablamos con él sobre los vínculos del nuevo cargo con la investigación de su grupo en el PRBB (Parque de Investigación Biomédica de Barcelona) y sus perspectivas de futuro.
Enhorabuena Carles por el nuevo cargo como director del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona. ¿Qué significa este cambio para ti?
Aunque seguiré vinculado a la investigación, en muchos aspectos significa un cambio de rumbo de lo que he estado haciendo hasta ahora, como investigador y divulgador en forma de libros. Aunque lo que se hace en el museo tiene ciertos paralelismos con la investigación y la divulgación que he hecho hasta ahora, como transmitir conocimientos utilizando herramientas emocionales, o el componente de investigación propia que tienen muchos museos de ciencias naturales.
Tengo ganas de aprender muchas cosas nuevas; quizá en parte debido al confinamiento por la pandemia del coronavirus, tenía la sensación de estar algo estancado. Ahora, la idea es hacer lo que esté en mis manos para aportar lo máximo al museo.
¿Cómo ves la interacción entre el nuevo cargo y tu investigación en el IBE – pueden beneficiarse mutuamente?
Aún no te lo puedo contar del todo porque no he empezado (riendo). Pero sí, la idea es combinarlo. Primariamente, voy a ocuparme del museo, pero hay que crear vínculos sólidos y duraderos con la investigación, especialmente con el IBE donde somos especialistas en temas de biodiversidad y evolución. Probablemente estableceremos algún tipo de convenio para formalizar esta conexión. Sobre todo es interesante teniendo en cuenta la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible de la Unión Europea, que pone mucho énfasis en la sostenibilidad del planeta, en la biodiversidad y su conservación.
¿Nos puedes hablar de cómo prevés ampliar la visibilidad del museo a nivel internacional?
Una forma de generar visibilidad a nivel social y a nivel internacional es que el museo se perciba como una herramienta de generación de conocimiento. Que no sólo sea una herramienta expositiva, sino también esté implicado en aspectos de investigación. Esto crea un museo más dinámico y, al mismo tiempo, la investigación también alimenta la parte expositiva. Ésta es mi intención principal.
«Una forma de generar visibilidad a nivel social y a nivel internacional es que el museo se perciba como una herramienta de generación de conocimiento»
También hay que aprovechar que se está desarrollando la Ciutadella del conocimiento, en la zona del Mercado del Peix, relativamente cerca del Museu Blau. Aquí, en un nuevo edificio estará el IBE, y próximamente, también se establecerá el BIST y el Planetary Wellbeing, un proyecto de la UPF para convertirse en referencia mundial en defensa de la idea de la Salud Planetaria, donde se definirán aspectos del cambio climático y de sostenibilidad. Así, todos los actores de este polo de conocimiento tendrán muchas cosas en común entre ellos y con el museo. Para la ciudad y para el país es pues un momento crucial; hay que definir bien esta red, que deberá estar terminada de cara al 2025, y en la que el museo debe ser una pieza clave, debe encajar.
«Para la ciudad y para el país es un momento crucial para intentar definir bien esta red de la Ciutadella del conocimiento»
¿El hecho de ser investigador hará más fácil establecer estos vínculos?
Sí, si conoces el mundo de la investigación, es más fácil saber qué líneas pueden tener éxito, cuáles van a emerger en los siguientes años, qué instituciones lanzan las líneas nuevas potencialmente más interesantes, etc. Saberlo tiene una ventaja; desde fuera cuesta más ver estas dinámicas.
Entonces, ¿para ser director o directora del museo, es requisito ser investigador en activo?
No existe este requisito, pero tampoco hay muchos precedentes, puesto que la anterior dirección estuvo unos 25 años…
¡Caray! ¿Y cómo funciona la elección o permanencia de la dirección del Museo?
No sé cómo ha ido en el anterior caso; yo de momento tengo para cinco años, renovables. Pero creo que este tipo de instituciones deben tener más movilidad, porque hay muchas cosas que sólo por el hecho de que sea una persona distinta ya aporta una nueva visión que es necesaria. Los tiempos cambian, y todo debe adaptarse. Es mejor que haya cambios para conseguir nuevas miradas, y especialmente alguien que esté conectado con la creación del conocimiento. ¡A ver qué puedo hacer con estos 5 años!
¿Podrías contarnos algo de las líneas de innovación que vas a proponer?
Uno de mis retos es saber qué hacer con las colecciones, que ahora mismo están en unas condiciones subóptimas. El museo tiene unos 4 millones de especímenes, que son muchos y ocupan mucho espacio, así que es evidente que requiere voluntad política y probablemente imaginación para ver cuál es el mejor destino para éstos, cómo guardarlos.
También me gustaría crear un crio-museo, un lugar donde se pudieran conservar muestras de fauna local congeladas, para conservar el ADN y ser un referente para estudios genéticos. Que se pudieran utilizar las muestras dentro de unos cien años, por ejemplo. Saber que será una colección que va a seguir existiendo. En el IBE, como en cualquier otro centro de investigación o universidad, puede ocurrir que se hace un estudio con una colección de animales muy interesantes, pero cuando el investigador o investigadora se jubila o se marcha, la colección se dispersa. Yo creo que el museo debe ser un centro en el que las colecciones se puedan conservar a largo plazo. Ahora que el cambio climático es un tema recurrente en todos los ámbitos, y se habla de la extinción de especies y el declive de la biodiversidad, es fundamental tener un reservorio de información.
De hecho, también me gustaría secuenciar piezas ya existentes en el museo de especies que ahora están en peligro de extinción, para ver la diversidad genética que tenían cuando todavía no lo estaban, cuando se tomaron las muestras. Y no sólo con muestras locales, también las tenemos de América del Sur, por ejemplo. Es importante saber cuál es la diversidad que se ha ido perdiendo y esto puede hacerse a través del museo. No sólo es una mirada al pasado, sino también a la conservación, al futuro.
Un uso más allá de este análisis genético de las muestras sería detectar mutaciones que han hecho perder fertilidad, y quizá incluso eliminar algunas de estas mutaciones con edición génica. Ahora hay herramientas muy potentes y creo que en el futuro tendrán mucho impacto.
«Los especímenes más interesantes deben poder conservarse para las generaciones futuras; congelarlos y así conservar su material genético. Entonces se puede analizar qué diversidad han perdido e incluso se podrían eliminar algunas de las mutaciones responsables con edición génica. «
¡Muchas gracias por tu tiempo Carles, y que este nuevo rumbo venga acompañado de buena suerte y los cambios que esperas!