Un año más volvemos a escuchar a familias y docentes reivindicando las altas temperaturas que alcanzan las aulas. Y mucho antes de llegar el verano, ya que este abril Cataluña ha vivido temperaturas típicas estivales que han hecho que el Departament de Salut de la Generalitat haya tenido que avanzar un mes y medio el plan de actuación de prevención de los efectos de las olas de calor.
El calor que padece el alumnado en las aulas es un problema del que ya hace muchos años que se habla. Pero hoy en día, parece que las soluciones reales están lejos de llegar. Además, la situación climática, declarada en emergencia oficialmente en 2020, no tiene perspectivas de mejora en un futuro próximo, por lo que es de esperar que el calor en las aulas no haga más que aumentar en los próximos años. Debemos actuar de manera contundente si queremos ponerle remedio.
Hemos hablado con Mònica Ubalde, investigadora postdoctoral en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y parte de la Iniciativa de Planificación Urbana, Medio Ambiente y Salud del centro, para entender mejor esta problemática y conocer propuestas efectivas que permitan enfriar las escuelas públicas de Barcelona y mejorar la salud y el bienestar de las personas ocupantes.
¿Cómo es que la temperatura de las escuelas públicas catalanas es tan alta?
Cuando se construyeron la mayoría de las escuelas públicas, no se hicieron pensando que tendrían que soportar estas temperaturas, ni las olas de calor tan intensas y largas que cada vez sufrimos más habitualmente. En realidad, la mentalidad era más bien la contraria; los edificios se construyeron pensando en mantener y aprovechar la luz y calor del sol. Es por ello que ahora, cuando analizamos los colegios para enfriarlos, nos encontramos por ejemplo que muchos de ellos están orientados hacia el sur, buscando una incidencia del sol más óptima.
También debemos tener en cuenta que vivimos en una situación climática excepcional que es alarmante y no mejorará a corto plazo. Y si bien esto es un problema mucho más grande y de solución más compleja, sí que podemos hacer cosas para hacer los espacios y entornos más resilientes y menos calurosos, generando frescura.
El departament d’Educació anunció la compra de ventiladores y aires acondicionados para el próximo curso. ¿Es esta una buena solución?
Ya hace muchos años que las AFA y el profesorado, así como también varios expertos y expertas, alertan de las altas temperaturas en las aulas y sus efectos agudos y a largo plazo en la salud y bienestar. Entonces, que llegue ahora el calor y se repartan ventiladores, está muy bien… pero las respuestas reactivas no son la solución definitiva. Estamos en situación de emergencia climática que, además, cada vez va a peor, y que hace que el calor afecte durante más meses escolares. Es necesario tomar medidas programadas y más contundentes.
“Los colegios son un equipamiento público sin aire acondicionado, pero la solución para enfriarlos no pasa por instalar aires”
A diferencia de las bibliotecas o los centros cívicos, los colegios son equipamientos públicos que no tienen aire acondicionado. Pero instalarlos en todos los colegios va en contra de la resiliencia al cambio climático. Por ejemplo, en Barcelona hay unas 500 escuelas públicas (392 de infantil y primaria). Imaginemos que se decide instalar aire en todas ellas; pero ¿dónde lo hacemos? ¿En todas las clases? ¿Sólo en las zonas comunes? ¿En las salas de profesores?
Es por ello por lo que se valoran diversas opciones alternativas para refrescar las aulas:
- Generar dentro de las escuelas un espacio oasis que esté climatizado con un aire acondicionado y al qual el alumnado pueda acceder en momentos puntuales para refrescarse.
- Enfriar el entorno de las escuelas, porque aunque pudiéramos bajar la temperatura interior, fuera de la escuela continúa haciendo mucho calor. Si conseguimos enverdecer el entorno con más vegetación y quitando asfalto, sobre todo en las ciudades donde se da el efecto de las islas de calor urbanas, ayudaremos a refrescar las escuelas.
- Soluciones internas con propuestas más conservadoras como la ventilación cruzada. Aunque hay centros donde puede ser más complicado ponerlo en práctica, hay otros que con pequeños ajustes (hacer practicables ventanas que antes no lo eran, por ejemplo), se puede realizar.
- Soluciones mecánicas como los ventiladores de techo.
Estas medias, sin embargo, deben ir acompañadas de una estrategia de cambios más estructurales y conectar con intervenciones sostenibles. Es un error pensar que el confort térmico y la sostenibilidad no van de la mano.
En ISGlobal habéis tenido la oportunidad de evaluar el impacto de medidas para enfriar las ciudades y las escuelas. ¿Cómo fue?
Sí, participamos en el proyecto “Adaptar escuelas al cambio climático a través del verde, el azul y el gris”, que buscaba convertir 11 escuelas públicas de la ciudad en refugios climáticos – espacios interiores o exteriores que proporcionan confort térmico accesibles para la ciudadanía – con intervenciones que incluyen elementos de agua (azul), vegetación (verde) y sombra (pérgolas y verde), así como aislamiento y ventilación de los edificios (gris).
El Ayuntamiento organizó sesiones participativas que contaron con profesorado, alumnado, familias y gente del barrio y distritos, donde se pudo discutir sobre las intervenciones a implementar en las escuelas para enfriarlas. Con esta información y después de una revisión de la literatura científica y una evaluación de los indicadores más físicos (estado de los edificios, grado de insolación, etc.), se concluyó cuáles eran las acciones más adecuadas y factibles de implementar en cada escuela.
“No se conoce demasiado sobre cómo la incomodidad térmica afecta la productividad del profesorado”
El proyecto contó con diferentes instituciones que participaron en la evaluación del impacto de estas transformaciones con diferentes metodologías cuantitativas y cualitativas. Nosotros estudiamos el impacto en la calidad ambiental, los niveles de atención de los niños y niñas, así como el bienestar del profesorado. Esta idea surgió porque las escuelas son el lugar de trabajo del personal docente, pasan muchas horas allí interaccionando con el alumnado y es probable que su bienestar (que se puede ver influenciado por la incomodidad térmica) influya en la capacidad de concentración, atención y rendimiento de los propios alumnos – y a medio o largo plazo, en el propio proceso de aprendizaje. Además, aunque la incomodidad térmica se ha estudiado en ámbitos académicos universitarios y adultos, no hay demasiada literatura sobre el efecto de la incomodidad con la calidad ambiental en la productividad del profesorado en escuelas primaria.
¿Y qué resultados obtuvisteis?
Por un lado, medimos la percepción del calor en las aulas y de la calidad ambiental del colegio por parte del profesorado con unos cuestionarios validados que se administraron tanto en escuelas donde se llevaron a cabo las transformaciones como en colegios donde no se hicieron transformaciones, para poder hacer comparaciones. Como la percepción es subjetiva, lo complementamos con medidas de la temperatura y humedad con botones higrotérmicos que hicimos llevar al profesorado durante el horario lectivo. Y observamos que, objetivamente y después de las transformaciones, no hubo una mejora muy significativa en cuanto a la temperatura y humedad medias a la que están expuestos.
Por otro lado, los niños y niñas de 5º cumplimentaron unos test cognitivos con los que pudimos medir su capacidad de concentración. Esto, sumado a los cuestionarios que respondió el profesorado, nos permitió observar una correlación entre la percepción de la calidad ambiental de profesorado y el rendimiento atencional de los estudiantes. De manera que, a peor percepción de la calidad ambiental y a más incomodidad térmica por parte de los docentes, el nivel de atención del alumnado se reduce.
También observamos que una percepción negativa de la calidad ambiental interior entre los docentes podría estar asociada con una menor productividad, reflejada en el número de síntomas limitantes y períodos prolongados de ausencia por problemas de salud.
¿Qué deberíamos esperar en el futuro?
La ciudad de Barcelona sigue apostando por mejorar las condiciones térmicas de los colegios. Existe un programa (Transformem els Patis) que está en marcha desde 2020 y que ya ha transformado el patio de unas 20 escuelas primaria. Y en febrero se presentó el programa de ciudad “Bressols pel Clima”, que busca implementar medidas para enfriar guarderías, entre otras medidas para combatir la crisis climática desde la pequeña infancia.
“La salud urbana es una herramienta de salud pública; es prevención y promoción de la salud que podemos hacer desde la ciudad, siempre que tengamos actores que estén dispuestos a diseñar, implementar, mantener y evaluar intervenciones”
Aún así, debemos asegurarnos de que las soluciones que se implementen, realmente funcionen. Y que no nos encontremos que lleguemos a abril (o a septiembre, a la vuelta de vacaciones) y haya clases que estén a 35-40ºC.
Este tipo de transformaciones, no son simplemente elementos estéticos, son herramientas de salud pública, que deben beneficiar a un grupo muy importante de la población. La salud pública es prevención y la podemos hacer desde la ciudad, siempre que tengamos actores que estén dispuestos a implementar medidas. Así como también es importante la implicación de la ciudadanía, que se encarga de poner contexto tanto en la identificación del problema y las necesidades, como en la investigación y propuesta de las potenciales soluciones y acciones del cambio. En cuanto al calor en las aulas las AFA y los propios niños y niñas han sido el altavoz que ha hecho que los actores que toman decisiones políticas se pongan manos a la obra para solucionar este problema.