La enfermedad de Chagas afecta aproximadamente a 6 millones de personas solo en América Latina y es una de las principales causas de muerte en esta región. Un nuevo estudio ha identificado unas variantes genéticas que podrían presentar resistencia a esta enfermedad. El descubrimiento surgió de un gran estudio que buscaba entender la historia demográfica de poblaciones de la Amazonia.
Hablamos con Tábita Hunemeier, investigadora del Instituto de Biología Evolutiva (IBE: CSIC-UPF) y de la Universidad de Sao Paulo en Brasil, sobre este trabajo y su investigación.
Tu grupo se dedica a estudiar genéticamente distintas poblaciones indígenas…
En efecto. Cada población tiene una historia evolutiva distinta, que aporta mucho al conocimiento de la historia de la humanidad. Pero incluso si no queremos pensar en términos evolutivos, sinó médicos, al final, la población actual es muy mestiza, hay mucha mezcla, muchísimos latinos viviendo en EEUU, africanos viviendo en Europa, asiáticos viviendo en América… Sin embargo, ahora mismo el 90% de los datos genéticos y genómicos que tenemos son de Europeos (que representan un 5-10% de la población mundial). Eso significa que a nivel médico y farmacéutico, todo lo que generamos es para gente de origen europeo – que son los que lo pueden pagar… Hay que invertir más en diversidad.
El 90% de los datos genéticos y genómicos que tenemos son de Europeos, pese a que estos representan menos del 10% de la población mundial.
¿Por qué son interesantes las poblaciones nativas americanas desde un punto de vista evolutivo?
El poblamiento de América ha sido muy complejo. Hace 15.000 años un grupo de primeros americanos entraron por el noroeste, después de estar 10.000 aislados en la Beringia, y, en 2.000 años, poblaron toda América, que es enorme. Este grupo de individuos tuvo que ir adaptándose a muchos ecosistemas distintos, y es interesante estudiar estas adaptaciones a nivel genético.
Además estas comunidades han vivido muchas reducciones poblacionales – que significa que el tamaño de la población se ha visto reducido dramáticamente (y por tanto la variabilidad genética también) varias veces. Primero, con la entrada a América, luego con la entrada a Sudamérica, y la tercera, la más grande, con la invasión Europea hace 500 años, que mató a un 90% o en algunas regiones el 98% de la población indígena.
Anteriormente he estudiado poblaciones de los Andes y de Mesoamérica. En este estudio hemos estudiado poblaciones de la Amazonia.
¿Qué hace diferente a la Amazonia y qué habéis encontrado en este estudio?
Es un ambiente muy duro. Es una selva muy cerrada, con muchísimos patógenos, no es fácil conseguir alimentos… Yo he estado tres veces, y ¡de verdad que no sé cómo pueden sobrevivir allí! Creemos que estas condiciones hacen que tengan un perfil genético distinto.
Por ejemplo, en selvas tropicales de Asia y África, se ha visto que las poblaciones tienen adaptaciones a nivel cardiovascular y de estatura (e.g. una baja estatura es ‘económica’ a nivel fisiológico). En las poblaciones de Amazonia, hemos encontrado estas mismas adaptaciones.
Pero además, vimos tres genes relacionados con el sistema inmune de respuesta a los protozoos, y en concreto al Tripanosomas cruzi, que tienen una variante específica con una muy alta frecuencia en estas poblaciones; hasta el 85%, mientras que sólo un 20% de la población del resto de latinoamerica la tiene.
¿Qué tiene esto de especial?
T. cruzi es el causante de la enfermedad de Chagas, una enfermedad con un 40% de mortalidad, endémica de toda latinoamérica – aunque ahora mismo también presente en otros continentes debido a la migración. Está vinculada a condiciones socioeconómicas bajas, ya que el organismo que la transmite (Barbeiro en portugués, o Vinchuca en castellano) hace sus nidos en casas de barro.
Sin embargo, estas poblaciones amazónicas prácticamente no sufren la enfermedad, a pesar de que la selva está plagada del parásito y del bicho que la transmite. El hecho de que tengan estas variantes específicas nos hizo pensar que quizás están relacionadas con esta resistencia.
Para confirmar esto hicimos estudios funcionales con células de corazón, que són las que ataca T. cruzi, en cultivo. Algunas de estas células tenían la variante amazónica de uno de los genes, y otras la variante de la población general. Las infectamos con el Tripanosomas y las células con la variante amazónica fueron más resistentes a la infección, apoyando nuestra hipótesis.
¿Puede este nuevo conocimiento sobre estos genes implicados en la respuesta a Chagas ayudar en la lucha contra la enfermedad?
¡Yo creo que sí! Ayuda a cambiar la forma de estudiar la enfermedad, porque muestra que no es una enfermedad tan solo ‘ambiental’, externa, que depende del organismo infeccioso. Hay factores internos que hacen que unas personas sean más resistentes que otras, o que pasen la enfermedad de forma más leve (o sea, no mueran).
Nosotros encontramos tres genes, pero probablemente hay toda una red de genes implicados, y ahora hay que entender cómo funcionan. Esta es la primera pista.
Además es el primer ejemplo en América de evolución guiada por un parásito – como se ha visto antes en África con la malaria, o en Europa con la peste negra.
Hemos encontrado el primer ejemplo en América de evolución guiada por un parásito.
¿Cuál es el siguiente paso?
Yo ahora tengo ganas de estudiar otros tipos de pandemias en la Amazonia y América, pero me han contactado varias personas, más clínicas, para ver si podemos colaborar. Yo soy genetista de poblaciones, no es mi especialidad – de hecho la parte funcional de nuestro estudio la hizo un compañero en Harvard, donde tenían laboratorios con el permiso necesario para estudiar parásitos infecciosos. Pero si puedo aportar algo de mi conocimiento para ayudar a la parte clínica o funcional, claro que lo haré.
¿Cómo de difícil es conseguir la colaboración de estas comunidades indígenas para donar muestras?
Es complicado por varios aspectos. Por un lado, muchos no hablan portugués, y aunque tenemos a personas locales que nos ayudan a traducir, es una dificultad añadida. Pero además, los indígenas no se fían de nadie que no sea indígena. ¡Con razón! Por ejemplo, hace un par de años alguien les robó muestras: fue prometiéndoles que serían para curarles de la malaria, pero las llevó a América y las vendió en Francia y otras partes (hasta 2010 se podían vender muestras, ahora ya no). Y todos los indígenas saben esa historia… así que son desconfiados.
También, solo recién empiezan a llegar personas indígenas a la universidad – yo por ejemplo tengo una estudiante en mi grupo. Hasta ahora han estado muy aislados.
Pero ellos tienen una idea muy fuerte de la ancestralidad, entonces de alguna manera es algo más fácil hablar con ellos sobre estos estudios evolutivos, de sus antepasados, etc. Pero siempre asegurando que lo que vamos a encontrar no va a ser algo que irá o se usará en contra de sus creencias. Esto es importantísimo.
¿Y hacéis un retorno a la comunidad de lo que habéis encontrado?
Intentamos hacer bastante divulgación. Ahora, con algunos estudiantes, estamos trabajando en un libro con todos los descubrimientos y conclusiones realizados en los últimos años a través de la genética sobre estas poblaciones; cosas que les puedan ser de interés. Y queremos traducirlo a algunas de las lenguas locales. Tampoco es fácil hacer este retorno e ir a explicar cosas a pueblos que están separados entre ellos quizás por 4.000km de selva… Yo iré a dar los resultados directamente a las dos poblaciones a las que fui a buscar muestras, pero para otros poblados lo hacemos a través de asociaciones de pueblos indígenas, que saben mejor que nosotros cómo transmitir la información.