Se calcula que en el 2050 la resistencia a los antimicrobianos será la primera causa de mortalidad en el mundo. ¿Cómo hemos llegado a este punto, y qué se puede hacer?
Sara Soto es, junto con Jordi Vila y Quique Bassat, co-líder del grupo de investigación “Infecciones bacterianas” de Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). Soto también es parte de la iniciativa “Resistencias microbianas” del centro. Esta iniciativa ha publicado recientemente un informe (Policy brief) sobre la problemática de la resistencia de las bacterias a los antibióticos. Hablamos con Sara sobre ello.
Sara, se habla de la resistencia de las bacterias a los antibióticos desde hace mucho tiempo… ¿estamos llegando a un punto crítico?
¡Ya estamos en un límite critico! El otro día hablaba con una doctora de MSF (Médicos Sin Fronteras) que me decía que no podía tratar a un paciente con nada… su infección era resistente a todos los antibióticos conocidos. Y es un problema que nos afecta a nivel global; con la globalización ha aumentado muchísimo la transmisión de estas resistencias entre países e, incluso, continentes. Pero en concreto en África subsahariana, no sólo hay tasas muy altas de resistencia a antibióticos, sino que además los antibióticos que les llegan no son veraces, las dosis son más bajas… hay incluso mafias que los venden más baratos, pero de baja calidad. Es terrible.
Y a qué se debe la resistencia, ¿al mal uso? ¿A que se desarrollan pocos antimicrobianos nuevos? ¿A la evolución de los microbios?
El problema es una combinación de factores, siendo el principal el sobreuso y el mal uso de los antibióticos. Se dejan de tomar antes de tiempo; si tienes que tomarlo 8 días y cada 8 horas, es porque es la dosis necesaria para evitar que bajen los niveles del antibiótico en sangre hasta que hayan acabado con la infección. Es la concentración necesaria para matar a las bacterias, y una concentración o dosis más baja no las mata, ¡las hace resistentes!
Un problema en mi opinión es que en atención primaria no lo explican lo suficiente, y el paciente no lo entiende. Hay gente que incluso presiona a los médicos hasta salir de la consulta con una receta de amoxicilina; ¡si no, no se quedan tranquilos!
Pero el problema del mal uso no es solo a nivel humano. Ahora está prohibido, pero en ganadería se ha estado dando antibióticos para el crecimiento de los animales, y también como profilaxis, ‘por si acaso’ se infectaban. En lugar de eso hay que aislar a los animales enfermos, pero hay gente que no tiene espacio y en lugar de eso ‘medica’ a todos.
Y luego todo se junta en las aguas residuales, donde van a parar todas las bacterias y los residuos de los antibióticos que usamos. Y ahí, las bacterias ambientales que no eran resistentes a los antibióticos hacen un intercambio de cromos; ¡cogen partes del ADN de otras bacterias que les dan resistencia! Es importante no olvidar esta gran transmisión de humanos a animales y al ambiente. A veces tenemos una visión muy antropocentrista, de clínica humana, pero está todo vinculado. ¡Por eso es superimportante no tirar los medicamentos que nos sobran por el WC!
Pues si los microbios se hacen resistentes a los antibióticos que tenemos, ¿no podemos crear antibióticos nuevos?
Van saliendo algunos antibióticos nuevos, pero pocos, y la mayoría son derivados de los que ya hay, así que son muy parecidos y en seguida generan resistencia también – son un parche, una tirita. No la solución.
¿Y porque hay tan pocos, se nos están terminando las fuentes de dónde salen normalmente los antibióticos?
Para nada; las microalgas, por ejemplo, en las que he trabajado yo, son una gran fuente de antimicrobianos. El problema es que es muy difícil identificarlos y aislarlos, lleva mucho tiempo. Igual tienes que mirar 10.000 moléculas para que salga sólo 1 eficaz, que además al final puede resultar ser tóxica… Hacen falta unos 2 billones de euros para llevar sólo un antimicrobiano al mercado. Y los incentivos económicos son bajos, porque son tratamientos cortos y baratos. Así que las farmacéuticas lo han dejado un poco de lado…
Hacen falta unos 2 billones de euros para llevar sólo un antimicrobiano al mercado, y no hay incentivos económicos para las farmacéuticas.
¿Quién debe hacerlo entonces?
Es que tiene que ser la industria farmacéutica, porque la investigación pública no puede pagarlo. Los laboratorios y grupos académicos investigan y llegan hasta las fases preclínicas, pero a partir de ahí no hay financiación…
Pero se está avanzando con distintos acuerdos económicos para que crear nuevos antibióticos sea rentable para estas empresas. En los Modelos de suscripción que se están llevando a cabo en Reino Unido, el gobierno paga, por ejemplo, 1 millón de euros al año a cambio de tener un determinado número de antibióticos funcionales en stock; tanto si se venden como si no. También tienen una iniciativa, la AMR Innovation UK Mission para poner en contacto a personal médico e investigador con farmacéuticas y otras empresas y avanzar conjuntamente contra la resistencia bacteriana.
¿Y no se pueden crear antimicrobianos sintéticos?
Sí, ese es el camino. Si sabes a donde quieres que vaya el antibiótico, con química computacional lo puedes diseñar. O puedes crear una quimioteca, una ‘biblioteca’ de moléculas e ir probando; de las que funcionan, estudias la estructura y las vas modificando más, etc. Es más rápido y eficiente, ya que con las moléculas naturales vas a ciegas y además los metabolitos que funcionan van mezclados con muchas otras cosas que no sabes qué hacen. Además, se producen en muy poca cantidad – hay que hacer clonación en otro organismo o hacer síntesis química. Pero estamos igual; hace falta financiación...
¿Qué hacéis vosotros desde la Iniciativa Resistencias Microbianas?
En ISGlobal tenemos un departamento de policy desde donde se hace presión al gobierno. Y en esta iniciativa, tenemos un proyecto a nivel de atención primaria para concienciar a médicos. También trabajamos con niños y adolescentes a través de talleres, juegos de cartas, charlas formativas, mesas redondas o incluso pequeños proyectos de investigación en las escuelas o institutos.
Habéis publicado recientemente un informe, o policy brief. ¿A quién va dirigido? ¿Tenéis previsto publicar más?
Sí, hemos publicado el primero, uno general que explica cómo las bacterias se vuelven resistentes. Tenemos previsto publicar uno cada mes aproximadamente; el siguiente sobre el concepto que te comentaba de One health – que estamos todos relacionados (humanos, animales, plantas, el planeta entero). Después vendrán otros ‘policy briefs’ o informes sobre países de rentas bajas, nuevas acciones, alternativas, etc.
El objetivo es concienciar a todos los públicos, incluyendo políticos, de este grave problema que es la resistencia a los antimicrobianos. El grupo de policy prevé tener reuniones y hacer lobbying con gobiernos y la UE.
Además de mayor regulación y monitoreo, hay que aumentar la concienciación a nivel médico, político y de la población general: no pedir antibiótico para todo, seguir el tratamiento completo y desechar los antibióticos en las farmacias.
¿Qué se puede hacer?
Deberíamos tener regulaciones más estrictas respecto a los antibióticos – en España ya se está haciendo bastante a nivel de humanos y de su uso en animales, por ejemplo con el PRAN (plan de resistencia a los antibióticos nacional).
Pero todavía necesitamos reforzar muchos aspectos como vigilancia y monitoreo de las resistencias a nivel ambiental. Y, sobre todo, concienciación pública.
¿Y a nivel personal… que podemos hacer la gente de la calle?
Para empezar, ¡no pedir antibiótico para todo! Seguir el tratamiento completo y desechar los antibióticos en las farmacias: no guardar los restos para otra ocasión, ni tirarlos a la basura o por el baño.
Lo ideal en ese sentido, para evitar también el derroche, sería lo que hacen en EEUU, donde te dan un botecito con tu nombre, y el número exacto de pastillas que necesitas – más alguna extra por si se te pierde una… Esto sería fantástico.