Nacida en Ottawa (Canadá), Elisabeth Cardis vive en Sant Pere de Ribes con su marido y sus dos hijos (de 14 y 17 años). La epidemióloga, una experta mundial en radiación, habla francés, español, inglés y un poco de japonés y ruso, idiomas a los que ha añadido el catalán desde que llegó a Barcelona hace ocho años para establecer el programa de radicación del entonces CREAL – ahora reconvertido en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). Recientemente ha recibido la medalla “Chernóbil – 30 años” de un instituto de investigación del Ministerio de Salud de Rusia, por su trabajo en la evaluación y mitigación de las consecuencias del accidente nuclear.
¿Cómo te introdujiste al campo de la radiación?
Siempre me gustaron la medicina y las matemáticas. Un tutor en Ottawa me habló sobre la bioestadística y la epidemiología e hice el doctorado en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Washington en Seattle. Allí tuve la oportunidad de ir 15 meses a Hiroshima para aprender sobre los efectos de la radiación – ¡al sitio donde explotó la primera bomba atómica lanzada en tiempos de guerra!
¿De dónde vino esta oportunidad?
La Fundación para la Investigación de los Efectos de Radiación está financiada por los EUA y Japón, y cada año los EUA envían algunos investigadores para ayudar. La Academia Nacional de Ciencias tenía un acuerdo con mi universidad y yo fui la segunda estudiante que fui. La mayoría de los estudiantes no estaban interesados en ir a Japón, pero yo sí. A lo mejor a causa de mi bagaje internacional y de mi interés previo por China: ya había estado intentando aprender chino por mi cuenta, ¡así que cambié el chino por el japonés!
¿Qué aprendiste allí?
Mi doctorado se centró en el cáncer inducido por la radiación. A causa de las bombas atómicas sabemos mucho sobre las personas con exposiciones moderadas y altas, pero me di cuenta de que no sabemos tanto sobre los efectos a bajas dosis de radiación: es difícil estudiarlas para estimar los efectos. Aun así, muchas personas están afectadas por ellas: mediante la medicina diagnóstica, en los puestos de trabajo y en nuestro entorno en general… De manera que las radiaciones a dosis bajas son importantes, pero estudiarlas es más difícil y controvertido. ¡De hecho, me prometí a mi misma que nunca las estudiaría!
» Las radiaciones a dosis bajas son importantes, pero estudiarlas es más difícil y controvertido»
No obstante…
Sí, ¡es el tema principal al que me dedico ahora! Después de mi tesis doctoral recibí una oferta de trabajo en Montreal y otra en la IARC (Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer) en Lyon. Cuando ya estaba en Lyon, la IARC tenía que hacer un estudio sobre los trabajadores de la industria nuclear y, con mi experiencia en Hiroshima, me pidieron que lo hiciera. La primera etapa, la combinación de datos de tres países, costó más de los 18 meses previstos, de manera que mientras tanto empecé a hacer más trabajo, añadiendo 12 países más al proyecto… Entonces ocurrió el accidente de Chernóbil. ¡Acabé creando una unidad de radiación en la IARC y me quedé 22 años!
¿Por qué te fuiste?
Cuando se creó el CREAL en el año 2005, Manolis Kogevinas, uno de los directores, me escribió diciendo que estaban buscando gente. Me costó un año decidirme pero sentí que era el momento para hacer un cambio y para participar en el desarrollo de este nuevo centro. Fue una buena decisión. En el CREAL (ahora ISGlobal) tenemos un entorno estimulante, no jerárquico, las decisiones se toman de forma compartida, y por supuesto ¡estamos en el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (PRBB), muy cerca del mar!
La radiosensibilidad, por qué unas personas somos más sensibles que otras a los efectos de la radiación, es todavía un misterio en el campo de la radiación.
¿Cuáles son las principales cuestiones abiertas en el campo de la radiación?
¡Hay muchas! Una de ellas sería la radiosensibilidad. Algunas personas somos más sensibles que otras a los efectos de la radiación; ¿por qué? También necesitamos saber más sobre los efectos no cancerígenos, como las enfermedades cardiovasculares, cognitivas, cataratas… Además, ¿son los efectos de la radiación externa y de la radiación que inhalamos o ingerimos y que permanece en el organismo, similares o diferentes? Y, finalmente, ¿la radiación no ionizante tiene efectos en la salud?
El artículo está bien… pero las respuestas, incluso en 2017, creo que ya no tocan: dejar dudas sobre si las radicaciones no ionizantes tienen efectos sobre la salud no es serio a estas alturas ¿lo tienen las exposiciones continuadas al Sol? Las publicaciones sobre la permeabilidad de la membrana celular (a través de los canales de calcio dependientes del voltaje) o de la barrera hematoencefálica tenían, en 2017 -fecha de la entrevista- más de 5 años.
El número de tesis doctorales que nos podemos encontrar hoy en día en un gran número de universidades sobre las consecuencias de la exposición a CEM (sea en baja o en alta frecuencia) relacionadas con el estrés oxidativo, es más que importante.
Por lo tanto no se puede poner en duda los efectos sobre la salud… otra cosa es calificar los efectos, y eso no lo podemos hacer simplemente porque no se monitoriza a nadie en su exposición.
Estamos en 2019, casi 2020, con el 5G por delante. Una tecnología de la que no se ha investigado nada en cuanto a sus efectos sobre la salud, y que se sumará a lo que ya tenemos.
No dejar las cosas claras es un flaco favor a la ciudadanía. Y argumentar que no se puede «alarmar» es una buena excusa… ¿para qué? La respuesta a esta pregunta es lo más preocupante.