¿Cómo afectan el ruido y la contaminación durante la infancia?

El ISGlobal ha realizado dos estudios que intentan entender cómo afecta la contaminación y el ruido al neurodesarrollo durante los primeros años de vida.

Dos estudios de ISGlobal han mirado los efectos de la polución y el ruido en la capacidad de atención y de la memoria de trabajo de niños y niñas.

Dos estudios recientes realizados por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) han observado cómo la exposición durante los primeros años de vida a la contaminación atmosférica y a la acústica puede tener efectos a nivel cognitivo.

Ruido

En el primero de ellos, han estudiado el impacto del ruido de tráfico en 38 centros educativos de Barcelona, contando con la participación de 2.680 niños y niñas de entre 7 y 10 años de edad. Para ello han medido durante 12 meses los niveles de ruido del exterior, en el patio y dentro del aula, y han estudiado la evolución de la capacidad de atención y de la memoria de trabajo.

Lo resultados demostraron que, en aquellas escuelas expuestas a un mayor ruido de tráfico, la progresión de la memoria y de la capacidad de atención era más lenta. Pero además observaron que una mayor fluctuación de los niveles de sonido también se asociaba a una peor evolución. Por eso Maria Foraster, primera autora del estudio, apunta que “podría ser que los picos de ruido en el aula sean más disruptivos para el neurodesarrollo que la media de los decibelios”. Jordi Sunyer, investigador principal, añade que “nuestro estudio refuerza la hipótesis de que la infancia es un periodo vulnerable en el que estímulos externos pueden afectar al desarrollo cognitivo”.

Polución

En el segundo estudio, los y las autoras han explorado cómo se asocian la exposición al ruido de tráfico y a la contaminación atmosférica durante el embarazo y la infancia con los efectos sobre la conectividad cerebral. Para ello, se han empleado datos de 2.197 niños y niñas nacidos entre 2002 y 2006 que viven en Rotterdam y se estimaron los niveles de óxidos de nitrógeno (NOX y NO2) y de partículas en suspensión (PM) en los hogares de los participantes. Además, se obtuvieron imágenes de resonancia magnética (IRM) para observar posibles alteraciones en la conectividad cerebral

En este caso, mientras que no se obtuvo asociación respecto al ruido, los resultados demostraron que una mayor exposición a las partículas de contaminación entre el nacimiento y los 6 años se asoció con una mayor conectividad funcional de dos áreas cerebrales con funciones fuertemente opuestas; una que suele activarse en condiciones de reposo y otra que se activa durante las tareas que exigen atención. Laura Pérez-Crespo, primera autora del estudio, explica que “todavía tenemos que entender las consecuencias de esta mayor actividad en ambas redes, pero por ahora podemos decir que la conectividad cerebral en los niños expuestos a mayores niveles de contaminación atmosférica es diferente de lo que cabría esperar”.

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