La ciencia desde una perspectiva neurodivergente

David Aranda, investigador neurodivergente, nos explica cómo su manera de pensar estructurada se ha convertido en un activo clave para avanzar en el mundo de la bioinformática

Silueta de una cabeza construida con cajones

David entiende el mundo con estructuras claras y divide los problemas en tareas pequeñas. Imagen generada con IA con Canva.

La neurodivergencia, incluyendo los trastornos del espectro autista (TEA), aporta perspectivas únicas al mundo de la ciencia. Las personas con trastornos del espectro autista, entre los cuales se incluye el síndrome de Asperger, a menudo sobresalen en sistematizar. Es decir, analizar la información siguiendo reglas y patrones. Hablamos con David Aranda, investigador en el laboratorio de Desarrollo de fármacos en base a receptores acoplados a proteínas G del GRIB, para conocer como se ve la ciencia desde su perspectiva.

Una pasión temprana por la ciencia

De pequeño, a David le encantaban los bichos, los libros que describían a animales, la filogenia y, con 10 años, se sabía prácticamente todos los filos del reino animal. La zoología fue su refugio en la época del instituto, donde recuerda aburrirse mucho y estar desmotivado.

Su manera de entender el mundo estaba marcada por la necesidad de estructuras claras. Las normas sociales, las metáforas o la ironía eran enigmas que aprendió a descifrar como si fuesen asignaturas de estudio. También recuerda la dificultad de llevar a cabo tareas abiertas, como escribir o dibujar, si no disponía de instrucciones precisas. “Si no tengo una pauta clara, no pienso”, afirma con naturalidad. Pero esta necesidad de orden y definición se acabó convirtiendo en uno de sus grandes puntos fuertes.

El diagnóstico de Asperger le llegó con 13 años, un momento que él recuerda como revelador. Supuso un cambio significativo, ya que dejé de ser raro para pasar a ser alguien”, dice, describiendo como esta etiqueta le aportó una sensación de tranquilidad y comprensión sobre sí mismo.

“Me cuesta trabajar sin instrucciones precisas. Trabajo mejor con una pauta clara”

David Aranda (Hospital del Mar Research Institute)

El salto a la bioinformática

Cuando llegó el momento de escoger una carrera, optó por biotecnología porque le sonaba más interesante que biología. Sin embargo, pronto descubrió que el laboratorio no era su fuerte: era torpe, rompía tubos, contaminaba placas… La ciencia experimental le parecía mucho más inexacta de lo que había pensado en un principio. Pero, sorprendentemente, cuando la tarea implicaba aplicar fórmulas, realizar pruebas estadísticas o programar, se dio cuenta de que se le daba bastante bien.

Fue un profesor el que le sugirió que la bioinformática era un campo en crecimiento, con mucha demanda y poco personal. Así que decidió pasarse el verano aprendiendo a programar mientras hacía su trabajo final de grado. Y, de pronto, descubrió una nueva pasión. «Mi cerebro está hecho para programar. Me siento bien haciéndolo”, explica. Encontrar una habilidad natural y, al mismo tiempo, disfrutarla fue una gran recompensa personal.

Es por eso que cursó el máster de bioinformática de la UPF y entró en el Parque de Investigación Biomédica (PRBB) para hacer su trabajo final de máster en el mismo laboratorio donde ahora está haciendo el doctorado, dirigido por Jana Selent. Se centra en la familia de proteínas GPCR, unos receptores de membrana que son clave para el funcionamiento de muchas funciones biológicas.

El día a día

Su investigación actual le resulta más fácil que el máster o la carrera, que eran mucho más dispersos que el trabajo del doctorado. Al fin y al cabo, cumple un horario y se centra solo en un tema. Confiesa que es ideal, ya que eso le permite organizar sus tareas de manera metódica y eficiente.

“Gracias a mi manera de pensar, soy ordenado a nivel mental. Cojo toda la retahíla de ideas y tareas, las organizo y las divido en mini-tareas para afrontarlas”ç

David Aranda (Hospital del Mar Research Institute)

Eso no significa que todo sea fácil. Una de las sorpresas más grandes que se ha encontrado en su carrera es la cantidad de trabajo de redacción que implica la ciencia. “No nos preparan para la cantidad de trabajo literario que hay. Tienes que escribir proyectos, artículos, tesis… Hace falta saber redactar y comunicar, y eso no nos lo enseñan en la universidad”, explica. Además, cuanto más avanzas en la jerarquía académica, más peso tienen esas tareas, hasta el punto de llegar a ser dominantes en el día a día.

A pesar de estas dificultades, su método de trabajo riguroso es un gran aliado. Tiene una capacidad única para estructurar y desglosar las tareas más complejas en partes pequeñas para llevarlas a cabo, cosa que le permite avanzar de manera constante. Esta organización, sumada a su inclinación natural por las rutinas, le da una gran ventaja. Por ejemplo, cuando tiene que crear figuras o gráficos para artículos científicos —una tarea que reconoce como una de las más complicadas para él—, sigue un proceso muy claro: divide cada paso en acciones pequeñas y pide la opinión de sus compañeros con frecuencia. “¡Deben de estar hartos de que les pregunte qué les parece mejor o peor!”, bromea.

“Estar todo el día solo delante de una pantalla… para mí, ¡eso es vida! Mi cerebro está hecho para programar, y m siento bien haciéndolo”

David Aranda (Hospital del Mar Research Institute)

Su día a día está lleno de horas delante del ordenador que es precisamente lo que le apasiona. “Hay mucha gente que dice que nunca podría trabajar en bioinformática porque es un trabajo muy solitario, no interactúas con la gente, estás todo el día solo delante de una pantalla… para mí, ¡eso es vida!”. Esta manera de trabajar le permite concentrarse plenamente y trabajar escuchando música, un entorno que considera óptimo. “Me gusta que mi trabajo no consista en interactuar con otras personas, que no tenga que atender a clientes, ni ir a reuniones, ni entrevistar a la gente…” explica. Eso no quiere decir que no disfrute de la compañía de la gente y de socializar con sus compañeros y compañeras, pero reconoce que las interacciones sociales pueden ser agotadoras y prefiere que estén espaciadas.

Su manera de pensar le da una ventaja en el trabajo, pero también le ha obligado a adaptarse a un mundo que a menudo no se prepara para las necesidades de las personas neurodivergentes. Aun así, se siente cómodo en su entorno actual, donde el grado de adaptación al que tiene que recorrer es poco, admite. Como deseo dice que “a nivel individual diría que todo el mundo tuviera manga ancha con la gente que es como yo, escucharnos cuando necesitemos alguna cosa. Que no se burlen de nosotros porque actuemos de una manera diferente”.

Hay muchas personas neurodivergentes que se dedican a la investigación. En el PRBB, el grupo BeyondAbility trabaja para que las discapacidades se consideren una forma de diversidad y no una limitación.

A todas aquellas personas neurodivergentes amantes de la ciencia, les aconseja que se dediquen a ella. Este es un mundo donde hay más neurodivergentes de lo que puede parecer y eso puede ser una ventaja”. La ciencia ofrece espacios donde destacar los puntos fuertes, y la diversidad de perspectivas que aporta la neurodivergencia puede enriquecer la manera cómo se plantean las preguntas y se abordan los problemas. Aunque es un ámbito que requiere esfuerzo para adaptarse. “Es importante adaptarse al mundo porque el mundo no se adaptará a nosotros”, concluye con realismo, pero sin perder la ilusión por la investigación.

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