La neurobióloga Mara Dierssen está entusiasmada. Hace más de veinte años que investiga para mejorar la calidad de vida de las personas con síndrome de Down, y ahora está muy cerca de dar un importante paso adelante. “Estamos a punto de publicar los resultados de un ensayo clínico para un tratamiento que mejora significativamente su capacidad cognitiva”, explica. El ensayo de fase II, realizado en el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (PRBB) en colaboración con Rafael de la Torre, del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM), y con médicos del Hospital del Mar, ha obtenido muy buenos resultados.
Hace años que su grupo de investigación en el Centro de Regulación Genómica (CRG) —centro donde Dierssen trabaja desde 2002— estudia los mecanismos cerebrales involucrados en el aprendizaje y la memoria, y cómo estos están afectados en patologías cognitivas, sobre todo en el síndrome de Down. “No existe mayor satisfacción que ver que el conocimiento que generamos mejora la vida de las personas”, dice la investigadora. Su grupo trabaja mucho con las asociaciones de síndrome de Down. “A menudo son ellos los que contactan con nosotros. Hace tantos años que trabajamos en este campo que todo el mundo nos conoce; somos un referente para ellos, incluso prescriptores”, comenta la jefa del grupo.
Hace más de veinte años que Mara Dierssen investiga para mejorar la calidad de vida de las personas con síndrome de Down, y ahora está muy cerca de dar un importante paso adelante
Investigación con efecto inmediato
Precisamente lo mejor de su investigación, como dice ella misma, es que tiene una translación inmediata. “El componente que hemos encontrado que mejora la capacidad cognitiva es un nutracéutico, es decir, que tiene capacidad ‘farmacéutica’, pero es un complemento nutricional, no un fármaco. Por lo tanto, no está sometido a las regulaciones de los fármacos y se puede empezar a tomar inmediatamente”, explica emocionada. El ‘nutracéutico’ en cuestión es la EGCG, la epigalocatequina galato, un componente antioxidante del té verde. Los padres de las personas que participaron en el ensayo clínico les pidieron como lo podían continuar tomando después de los buenos resultados del ensayo. Los científicos contactaron con diferentes empresas que estuvieran interesadas y una de ellas hizo un “batido de EGCG”, con sabor a chocolate, que ya se puede comprar en las farmacias.
“El componente que hemos encontrado que mejora la capacidad cognitiva es un nutracéutico, es decir, que tiene capacidad ‘farmacéutica’, pero es un complemento nutricional, no un fármaco»
Mara Dierssen
Pero el tratamiento no consiste sólo en tomar la EGCG; también incluye estimulación cognitiva. “Hemos visto que en ratones el enriquecimiento ambiental —ponerles ‘juguetes’ en las jaulas para estimularlos— mejora la capacidad cognitiva, y lo hace normalizando la actividad de una enzima, la quinasa DYRK1A, que está desregulada en síndrome de Down”, explica Dierssen. La EGCG hace exactamente lo mismo, normaliza la quinasa. La suma de las dos cosas – estimular y suministrar EGCG– ha demostrado incrementar mucho la efectividad.
En el ensayo clínico, el tratamiento se ha seguido durante un año, y su efecto se ha medido a través de varios tests neuropsicológicos y de pruebas de neuroimagen. Es así como han demostrado que la EGCG provoca cambios en la arquitectura del árbol dendrítico – es decir, en la complejidad y conexiones de las terminaciones de las neuronas. Ahora se preguntan si este cambio de estructura es causa o consecuencia de la mejora cognitiva, y si estos cambios locales pueden tener un efecto a nivel de todo el cerebro. “Al fin y al cabo, el cerebro funciona como un todo y es importante demostrar que un cambio local tiene un efecto funcional general”, dice Dierssen.
Un grupo multidisciplinario y colaborativo
Su grupo, formado por nueve personas, también trabaja como un todo. Utilizan desde modelos de ratones o cultivos celulares hasta individuos y desde la neuroimagen hasta el análisis computacional de datos proteómicos. Por eso colaboran con varios grupos en el PRBB: Eduard Sabidó, Cédric Notredame o James Sharpe, del CRG; Rafael Maldonado, del Departamento de Ciencias Experimentales y de la Salud, Universidad Pompeu Fabra (DCEXS-UPF), y sobre todo, Rafael de la Torre, del IMIM, con quien han hecho el ensayo clínico con casi 100 individuos.
Dierssen y De la Torre quieren ahora repetir el ensayo con niños. “Tienen mucha más plasticidad neuronal, más flexibilidad. Si en mayores de dieciséis años nos ha funcionado tan bien, creemos que con niños será todavía más efectivo; además, la infancia es el momento ideal para tratarlos”, concluye la científica.