De familia francesa, Isabelle Vernos nació en Madrid. Creció entre Asturias y Versailles, y terminó los estudios de nuevo en la capital española, donde hizo el doctorado. Madre de dos hijos, desde 2005 es jefa de un grupo de investigación del Centro de Investigación Genómica (CRG). Vernos fue elegida hace un año miembro del Consejo Científico del Consejo Europeo de Investigación (ERC).
¿Cómo fue tu doctorado?
Caractericé el grupo bithorax, unos genes involucrados en el desarrollo de la mosca Drosophila. Y tuve la gran suerte de ser segunda autora de un artículo publicado en Nature que fue uno de los más citados en España en aquel momento. También hice un pequeño proyecto aparte, una colaboración con la Agencia Espacial Europea para estudiar el efecto de la microgravedad en el desarrollo embrionario. Teníamos que enviar moscas al espacio, diseñar experimentos que se harían en condiciones muy especiales y enseñar a los astronautas a hacerlos!
Al acabar te fuiste de postdoc en Cambridge.
Y estaba embarazada mientras me dedicaba a buscar un grupo que me gustara! Acabé estudiando el desarrollo en la rana Xenopus, investigando los mecanismos implicados en la definición de los ejes en el embrión, un tema que me interesaba mucho. Mi jefe, que trabajaba con su mujer, tenía cuatro hijos, así que fue muy comprensivo conmigo.
¿Qué descubriste durante tu postdoc?
Sabíamos que los microtúbulos estaban implicados en la localización de ciertas moléculas de ARN que definían los ejes dorsoventral y anteroposterior. Se conocían dos proteínas motoras, la cinesina y la dineína, que movían proteínas hacia el extremo negativo o positivo de los microtúbulos, y se creía que con estas ya era suficiente. Yo empecé a buscar otras proteínas asociadas a microtúbulos, y otros grupos encontraron también nuevos motores, similares a la cinesina pero diferentes. Descubrimos que hay más de 40!
Después del segundo hijo os fuísteis a a Alemania.
Estuve en el Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL), trece años. Primero, como postdoc, luego con una posición más independiente. Fue una época en la que disfruté mucho. El ambiente acogedor del EMBL me permitió crecer como científica independiente de forma gradual. Estaba rodeada de gente interesada en el mismo tema, que podía ofrecer reactivos, experiencia, ideas …
No ocurrió lo mismo al venir a Barcelona, ¿verdad?
No! Ésta, de hecho, fue una de las etapas más difíciles de mi carrera. El CRG aún no tenía los equipamientos necesarios para mi trabajo; tuve que ayudar a montar el servicio de microscopía, porque éramos el único grupo del programa de biología celular y lo único que necesitaba eran microscopios. Y la gente de mi laboratorio sólo me tenía a mí como referente en el campo.
¿Qué habrías hecho si no fueras científica?
Algo relacionado con la fotografía. Supongo que por eso también me gusta la biología celular, su aspecto visual y estético. Puedo mirar por el microscopio una célula en división y sorprenderme de su belleza, ¡aunque he visto miles!
¿Cómo es la experiencia de formar parte del ERC?
Somos 22 científicos de diferentes campos, elegidos por un comité externo. Nos reunimos cinco veces al año para establecer todas las actividades del consejo, escoger los jurados que darán las becas, pensar mecanismos para evitar posibles discriminaciones, etc. Es mucho trabajo, pero es realmente un honor; aprendo mucho.