Cuando describimos un paisaje visto a través de una ventana es evidente que, cuanto más limpia esté la ventana, más detalles podremos ver. Tomando esto como una metáfora para el método científico, la «ventana» sería el modelo biológico que hemos escogido para encontrar las respuestas a nuestras hipótesis, y el «paisaje», el proceso que intentamos entender. Este símil se aplica bien en el pez cebra, conocido por su transparencia óptica durante la embriogénesis, una característica que permite seguir el movimiento de sus células o la actividad de sus genes a tiempo real.
«La transparencia óptica durante la embriogénesis del pez cebra permite seguir el movimiento de sus células o la actividad de sus genes a tiempo real»
Pero su transparencia por ella misma no explica el creciente interés tanto del mundo académico como de la industria por este pequeño pez. El hecho de que sea un vertebrado que comparte el 87% de los genes implicados en enfermedades humanas también ayuda. O el hecho de tener un corazon que late, un cerebro con un complejo cableado y otros órganos con una estructura celular y una fisiología similares a la nuestra.
Además, se pueden obtener centenares de pequeños embriones simultáneamente, la cual cosa permite la realización de múltiples experimentos en paralelo. Por ejemplo, se puede probar la seguridad de diversos fármacos potenciales a la vez, simplemente añadiendo las moléculas en el agua donde nadan.
«Se puede probar la seguridad de diversos fármacos potenciales a la vez, simplemente añadiendo las moléculas en el agua»
Estas características ya han hecho del pez cebra un modelo ideal para la comprensión de las bases del desarrollo, la neurociencia o el cáncer. Y para la industria farmacéutica son la razón por la cual el pez cebra se está convirtiendo en una alternativa más barata y más rápida a los modelos de roedores en el descubrimiento preclínico de nuevas medicinas.
