Para promover una investigación sensible al género, el Centro de Estudios de Ciencia, Comunicación y Sociedad de la Universidad Pompeu Fabra (CCS-UPF), ha elaborado la guía “¿Cómo incorporar la perspectiva de género en nuestra investigación?”. Se trata de un documento y una serie de vídeos dirigidos a todo el personal investigador que quiere incorporar la perspectiva de género en su trabajo pero que no dispone aún de las herramientas necesarias para hacerlo.
Hablamos con Carolina Llorente, una de las autoras.
¿Hablamos de género… o de sexo?
Son dos conceptos distintos que a menudo se confunden. El sexo es biológico, está determinado por los cromosomas que tenemos, XX o XY principalmente, aunque existen otras combinaciones. El género por otra parte es una construcción social. Aunque en nuestra sociedad actual se nos divide de forma dominante en “masculino o femenino”, cada vez más personas reclaman una visión diferente a la binaria.
En cualquier caso, en esta guía hablamos de ambos, porque adoptar una perspectiva de género en la investigación, el desarrollo y la innovación implica hacer los análisis sensibles tanto al género como al sexo en todas las fases del proceso investigador, desde el planteamiento de la hipótesis a la comunicación de resultados.
«Hay que diferenciar entre sexo (biológico) y género (social). Pero es importante tener en cuenta ambos en nuestra investigación»
Carolina Llorente (DCEXS-UPF)
¿Y qué quiere decir exactamente una investigación sensible al género?
Significa tener en cuenta durante todo el proceso de investigación las diferencias potenciales entre sexos y géneros. Es decir, incluir a todos los géneros o sexos en el estudio (las mujeres o identidades no binarias suelen estar infrarrepresentadas en ensayos clínicos, por ejemplo) y analizar los resultados de forma segregada por sexo o género, para ver si existen diferencias.
¿Por qué es tan importante esto?
Analizar el sexo y el género como una variable más proporciona una mayor calidad a la investigación. Y, cuando hablamos de medicina, puede llegar a salvar vidas y minimizar la probabilidad de consecuencias negativas de medicamentos o intervenciones terapéuticas, porque se sabe, por ejemplo, que los medicamentos se metabolizan de forma distinta en los distintos sexos, o hay enfermedades que afectan de forma distinta a ambos sexos. O sea, no se puede asumir que el modelo masculino (tanto en sexo como género) se puede tomar como patrón estándar y extrapolar sus resultados a toda la población, porque no es así para nada.
«No se puede asumir lo masculino como patrón estándar y extrapolar sus resultados a toda la población»
Además, más allá de la obtención de resultados sesgados, no tener en cuenta a un sexo o género implica que se está desperdiciando conocimiento, experiencia, y visiones de aproximadamente la mitad de la humanidad.
¿Seguimos arrastrando la arcaica idea de la ciencia como “cosa de hombres”?
Lamentablemente. Cada vez menos, ¡pero así es! Al igual que en otros campos, hoy en día existen diversos sesgos de género en el mundo científico:
- a nivel económico: hay todavía una brecha salarial entre hombres y mujeres
- a nivel de representación, evaluación, acceso, reclutamiento y retención: algunos ejemplos son la visión estereotipada de la ciencia como profesión masculina, o el famoso gráfico de tijera que muestra un descenso en la proporción de mujeres al llegar a cargos altos en el mundo académico.
- a nivel de contenido: incluso a la hora de decidir qué pregunta científica realizar, estas han sido propuestas en su mayoría por hombres blancos occidentales de clase media y media alta, y no necesariamente concuerdan con los problemas, intereses o experiencias del resto de la humanidad.
Incluir una perspectiva de género en la investigación incluye por tanto no sólo hacer un análisis sensible al género y sexo, sino trabajar para conseguir la equidad de género a todos los niveles.