Después de dos años y con la llegada de las vacunas se empieza a vislumbrar el final de la pandemia. Comienza a dibujarse un futuro endémico, donde se podría convivir con la COVID-19. Sin embargo, para ello es necesario que haya una coordinación a nivel global y que se cumplan una serie de criterios y objetivos.
Adelaida Sarukhan, redactora científica y una de las autoras de una colección de documentos informativos sobre la COVID-19 del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), nos habla del futuro de la pandemia.
Para empezar, ¿puedes explicarnos la diferencia entre enfermedad endémica, epidemia y pandemia?
¡Claro! Una enfermedad endémica es aquella concentrada en una región, país o continente y cuya transmisión es relativamente estable y previsible; no nos da sorpresas. En cambio, una epidemia es una enfermedad que en un área y momento determinados sufre un pico de incidencia por encima de lo esperado.
Entonces, cuando una epidemia se propaga a muchos países y existe una distribución geográfica muy amplia hablamos de pandemia. Esto es precisamente lo que ocurrió con la COVID-19, comenzó como una epidemia en Wuhan, China, pero al extenderse por todo el mundo se convirtió en pandemia.
Entonces, ¿cuál es el futuro de la COVID-19?
El virus no puede erradicarse, ya que tiene reservorios animales, y eliminarlo es muy difícil, pues es extremadamente contagioso. Por eso, el escenario esperado es que el virus se convierta en endémico y produzca picos epidémicos estacionales, como sucede con la gripe. Endémico no significa leve. Seguirá afectando a muchos países y continuará habiendo casos y muertes, pero se espera que la transmisión sea más controlada y estable.
En aquellos países con una alta cobertura vacunal y un alto nivel de inmunidad es posible que ya se haya comenzado la transición hacia la fase endémica
¿Y cuál es el tiempo estimado para llegar a una fase endémica?
Es muy arriesgado contestar a esa pregunta, pero llegar a ese punto depende principalmente de dos cosas: de la duración de la inmunidad, independientemente de si ha sido adquirida por exposición al virus y/o a través de la vacuna, y de la aparición de nuevas variantes que sean más transmisibles o más capaces de evadir la inmunidad.
Además, para alcanzar la fase endémica y mantenernos en ella, es necesario establecer una estrategia global coordinada con una serie de objetivos y criterios claros.
¿Es posible establecer los mismos objetivos y criterios a nivel global?
Bueno, la situación de cada país es muy distinta, así como las capacidades de cada sistema sanitario. Por eso, más que fijar indicadores y criterios iguales en todas las regiones, deberíamos centrarnos en remar en la misma dirección en intentar movernos en la misma línea. La intención general tiene que dirigirse a evitar la saturación de la atención primaria y hospitalaria.
Uno de los criterios principales para definir la fase endémica es que los servicios sanitarios, tanto atención primaria como hospitalaria, puedan funcionar normalmente y puedan atender cualquier enfermedad
Pero la vacuna no se ha distribuido de forma igualitaria a nivel global.
Está claro que las vacunas no han llegado por igual a todos los países. Por eso, hay que insistir muchísimo en que aquellos países que no han tenido acceso a las vacunas previamente, ahora lo consigan. No ha sido solo un problema de disponibilidad, también ha condicionado la forma de transporte y distribución.
De todas maneras, las nuevas vacunas que se están desarrollando pueden salvar este inconveniente. Estamos comenzando a ver vacunas más clásicas basadas en proteínas, las cuales no son tan exigentes a nivel de distribución. Y, además, estas nuevas vacunas podrían producirse a nivel local en los países de renta baja y media. Esto ayudará a igualar la cobertura vacunal a nivel global.
¿Qué sucede con las patentes?
Yo no soy una experta en regulación y patentes. Pero se ha visto reflejada una falta de gobernanza, tanto a nivel nacional como global, en la financiación y la promoción de productos considerados como bien común. Y esto es lo que ha impedido un acceso equitativo y accesible a los mismos. Por eso, liberar las patentes es absolutamente justificable en una crisis como la del COVID y es el primer paso para que las vacunas puedan producirse en países de renta media.
Ahora hay que centrar los esfuerzos en vacunar a toda la población. Esto implica no solo tener vacunas disponibles, sino también tener los recursos necesarios para que lleguen a los brazos
¿Cuál es la situación en España?
Realmente en España la vacunación ha sido un éxito, sobre todo en la población de más de 65 años, que es el sector de más riesgo. Y hemos conseguido más de un 80% de cobertura a nivel de la población general.
Además, con la llegada de vacunas de segunda generación se podría conseguir una inmunidad más duradera o fuerte contra la infección. Nos referimos a vacunas basadas en proteínas o refuerzos intranasales que aseguren una inmunidad mucosal. También el uso de medicamentos antivirales que ayuden a minimizar los síntomas y tratar la enfermedad en las etapas tempranas de la infección.
¿Será necesario ponerse vacunas de recuerdo?
Lo que se ha visto hasta ahora es que las vacunas de ARN mensajero funcionan muy bien, son seguras y eficaces. Pero con el tiempo se da un descenso en el nivel de anticuerpos, lo cual hace que seamos más susceptibles a la infección. Por ello, los grupos de personas más vulnerables, como personas mayores o inmunocomprometidas, probablemente necesitarán dosis adicionales de recuerdo. Para el resto de la población y por el momento, las 3 dosis actuales son suficientes.
Se ha hablado de “nueva normalidad”, ¿qué podemos esperar de ella?
Es importante que estemos preparados, tanto las personas como los gobiernos, para retomar algunas medidas si volvemos a enfrentarnos a una nueva variante o a un nuevo pico de casos. En el caso de que se pongan bajo amenaza de nuevo los sistemas sanitarios, sería necesario que las autoridades intervengan y establezcan una serie de restricciones. Pero, en momentos de baja transmisión podemos estar más relajados.
Con algunas acciones muy sencillas y con un coste relativamente bajo podemos tener un impacto positivo muy elevado. Aquí hay dos puntos clave que pueden marcar una gran diferencia. Por un lado está la voluntad del individuo de mantener la mascarilla en espacios cerrados cuando la situación lo justifique (como por ejemplo estar enfermo). Y, por otro lado, y más dependiente del gobierno y las instituciones, sería necesario mejorar la ventilación en lugares públicos.
¡Muchas gracias Adelaida! Esperamos que llegue pronto el fin de la pandemia