Este libro es exactamente lo que el título promete: una reflexión conjunta de una neurocientífica (Beatriz Fagundo, investigadora del Programa de investigación en Neurociencias del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM)) y una educadora (Montserrat Pedreira, doctora en educación y maestra en educación infantil) sobre cómo ayudar mejor al desarrollo de los niños y niñas.
Publicado en octubre de 2022, es un libre breve y fácil de leer, que nos invita a ver el aprendizaje en la infancia de otra manera, ligada al desarrollo del cerebro. A través de Blanca, una niña de poco más de un año, y de su juego con un rayo de luz, las autoras empiezan a hablarnos del rol de las emociones, el lenguaje no verbal, la experimentación, la motivación intrínseca y extrínseca, la curiosidad, la creatividad, los errores, la anticipación o incluso los sentidos (cómo percibimos la realidad a través de ver, tocar, oler, saborear).
Nos hablan de la importancia de la socialización (como el famoso ‘corro’ o asamblea de clase) y del juego, que estimula la creatividad y libera serotonina, acetilcolina y endorfinas; del descanso (la siesta de los más pequeños, ¡pero también un buen sueño reparador en adultos!) y de la comida.
Y también del contacto con la naturaleza. Por un lado, porque ‘el mundo está fuera’, y salir permite contrastar lo aprendido en el aula con la realidad. Pero también porque diversos estudios, entre ellos algunos hechos en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), han mostrado cómo la exposición a los espacios verdes beneficia la función cognitiva.
En efecto, para cada una de estas casuísticas nos muestran escenas prácticas de niños y niñas en el aula (Blanca sólo es un primer ejemplo), que complementan con evidencias de estudios de psicología y sociología, y con pinceladas moleculares de lo que pasa en el cerebro.
Así, las autoras unen su experiencia en neurociencia y en educación infantil para recordarnos que aprender tiene que ser gratificante; que el aprendizaje emocionalmente positivo es la única manera de aprender realmente; y que por lo tanto, hay que recuperar el placer de aprender, y no de repetir lo que dice la maestra.
«El aprendizaje emocionalmente positivo es la única manera de aprender realmente»
Aunque no pretende aportar soluciones ni decir ‘qué hay que hacer con los niños y niñas’, es un libro que seguro será muy útil para cualquier profesor o profesora que quiera adentrarse un poco en la base científica de cómo los más pequeños aprenden y se desarrollan, cómo exploran el mundo, cómo crecen.
La oportunidad de mezclar en el aula en la primera infancia en el espectro de 1 a 4 años con un número de estudiantes no superior a 15 nos ha permitido vivir lo que en la edad productiva se encuentra. Distintas edades y conocimientos mezclados para un trabajo en equipo en el que la socialización y cooperación es clave en el desarrollo futuro. El artículo publicado nos permite afianzar la importancia suprema en esta edad del desarrollo de habilidades por parte del futuro Ser.